¿Por qué votaré sí?
El que vota sí es porque está en paz y no tiene ira y entiende que la
perfección no existe. Votaré por el sí porque apuesto por construir y no por destruir.
No he terminado de leer el documento pero estoy gratamente sorprendida de tener
en mis manos la oportunidad de contribuir a edificar un mundo mejor en nuestro
país y no simplemente estar leyendo un reporte de estadísticas de muerte y
destrucción de una guerra sin fundamento como la que hemos vivido durante más
de cincuenta años en Colombia. Me parece grandioso y alentador tener la
oportunidad de cambiar la ruta para establecer otro camino que pueda llegar a
beneficiar a todos y que nos permita aprender por fin a trabajar en equipo. Votar sí significa tener la oportunidad de armar las piezas del rompecabezas manchado
de sangre que nos quedó, porque a todos los colombianos pertenece la sangre que
se derramó por tantos años. Decir sí al acuerdo de paz es indispensable para
levantarnos como país y con tenacidad, amor, responsabilidad y compromiso, dejar
que los escombros sean removidos y los cuerpos de nuestros hermanos colombianos
producto de una guerra sin pies ni cabeza, reposen en paz en cada rincón del
territorio colombiano al que considero un camposanto. En ese camposanto es en
el que vamos a erigir nuevas reglas de convivencia para moldear espíritus
diferentes que entiendan que la corrupción, el narcotráfico y la “viveza” son armas
para guerra y que un buen colombiano jamás puede utilizarlas y jactarse de
avispado para cogerle ventaja a la vida. Los del sí creemos en la opción de
construir aunque el acuerdo firmado con las FARC no reúna plenamente las
expectativas que han debido producirse en términos de justicia. Confieso que en este caso específico no veo
viable perdones ni olvido. Tampoco creo que se pueda realmente reparar victimas
porque el daño está hecho y es prácticamente imposible resanar tanto menoscabo
y sufrimiento. Mucho menos reponer seres queridos ni devolver la vida y los
años que nos arrebataron. Pero, lo que si podemos hacer es comenzar, renovarnos
por dentro y erigir una nación poderosa. Siempre soy amiga de hechos no de las palabras.
Creo y apoyo métodos preventivos para evitar hacer daño. Rechazo el desperdicio
y me indigna ver el despilfarro de las oportunidades que pudieron ser las
herramientas para instituir grandes proyectos sobre todo en la construcción de
un valioso recurso humano.
También yo he sido victima de esa guerra fratricida, pero persisto en la
unión. Convertí el exilio en una herramienta para superarme y crecer como ser
humano. Aprendí y emprendí una vida nueva por eso le apuesto a la paz para
Colombia. Yo también he tenido que sufrir, llorar, padecer y saborear la
injusticia, pero no por ello quiero la revancha. El acuerdo con las FARC, no
será el ideal, pero significa para mí esperanza, construcción, oportunidad, júbilo,
renovación y transformación. Y con el sí, perpetuaré en mi memoria y en mi alma
a Colombia como un camposanto que comenzará a florecer para las próximas generaciones de colombianos en un futuro no
lejano.
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