He aprendido cosas tal vez muchas pero todavía
no las suficientes como para sentirme experta. A estas alturas ya se que los problemas
grandes se forman de las dificultades pequeñas al no haberles puesto corrección
a tiempo. Ya sé que los enemigos provienen de aquellos que juraron ser tus
amigos por encima de todo. No tengo duda que obtener un titulo no es la meta soñada
en la vida y que ser madre no es la realización de una mujer. Ser madre es una
responsabilidad a veces bella otras veces preocupante. Es inigualable pero creo
que las mujeres pueden realizarse como seres humanos sin pasar por la sala de
partos. Ya se que en un instante podemos
dar un punto de giro a nuestra vida y por eso es mejor siempre tener los pies
sobre la tierra y actuar después de haber pensado. Ahora reconozco que a veces
he elogiado a quien se lo creyó y se elevó tanto que ya perdió esa cualidad que
me hizo elogiarle. A estas alturas no tengo la menor duda que no me gusta
recibir flores, prefiero chocolates o un buen postre. Nunca me han gustado
elogios acompañados de flores y mucho menos perdones o disculpas de amigos o
amigas con rosas. He aprendido que a pesar de las equivocaciones y las
decepciones que me han dado algunas personas sigo siendo una mujer fuerte y
llena de alegría. Recurrir a los adagios populares a los refranes de los
abuelos es un arma segura. Ahora se que lo que me incomoda y lo que me ha hecho
daño queda en el pasado porque aprendí a vivir la vida momento a momento. No tengo planes importantes porque toda mi
vida es un plan importante. No quiero metas altas ni proyectos millonarios para
que las personas me adulen y reconozcan cualidades que jamás me vieron. No
quiero volverme famosa para sentirme grande, quiero seguir viviendo libre para
disfrutar otro momento más y llegar a vieja escribiendo cosas que penetren al
alma de quienes sienten la vida como yo.
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