Me encontré
con una amiga y me pidió el favor que contara lo que le dije para intentar “sacarla
del infierno”. Mi amiga tuvo una relación de casi dos años con un hombre que “daba
la vida por ella”. Se iban a casar y habían planeado una vida de fantasía para
los dos. Cuando mi amiga, me presentó a
su príncipe azul, yo no tuve la mejor impresión y le creí al corrientazo que me
llegó desde el fondo del corazón. Tengo como costumbre creer lo que me dicta el
corazón. Esa intuición que llega como una ráfaga y nunca falla. El tipo no me gustó.
Le vi la falsedad en su mirada y al darle la mano lo corroboré con su energía
nublada. Pero ella estaba feliz de vivir el amor a plenitud. Ayer me llamó llorando y hoy le vi las lágrimas
correr por sus mejillas. Ella recordó mis palabras de hace unos meses: ¡no es
sincero, no le creo, pero…puedo estar equivocada! El hombre que le quitaba el sueño,
el hombre que se convirtió en su vida, traicionó a mi amiga con una desconocida
para ella. Lo descubrió a través de un mensajito de texto, de esos que al
verlos destruyen sueños y acaban con la autoestima y con la esperanza de una mujer
que ha cifrado su futuro en una relación. “¿No puedes hablar? ¿Con quien estás?
¿O acaso me engañas? Las traicionaba a las dos. Mi amiga llamó a la otra y descubrió que el
hombre de su vida tenía más vidas que un gato! Yo le dije: Aprende la lección,
no es un error, es una lección dolorosa de vida. El propósito de tu vida no debió
ser tu novio, las mujeres debemos tener un plan de vida ese es el verdadero propósito
en la vida. Ese proyecto de vida lo elaboras tú sola, contigo misma. Con coraje
y decisión. Le hablé de Cristina de Pisan en el siglo XV, primera mujer
escritora profesional, que inventó “la ciudad de las damas”, le hablé de Simone
de Beauvoir y su mujer rota, le hablé
hasta de María Félix que aseguraba que a
un hombre se le llora un par de días y al tercer día se usan tacones y ropa
nueva. Y le hablé de lo que pienso: si un hombre quiere compartir contigo debe
saber que eres una mujer con una fuerza de voluntad inquebrantable y autodisciplinada
que sabe lo que quiere y lucha por ello. Una mujer que no sufre del virus de oído
porque no la pueden convencer con palabras sino con hechos. Le pedí que no
llorara porque un ser que miente no vale la pena y le hice entender que tuvo
suerte al descubrir a tiempo la traición.
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