Carta de un
ser querido con Alzheimer
Hace ya casi tres años que me alejé de todos ustedes, los
seres que más amaba en la vida. Me fui poco a poco sin que nos diéramos cuenta,
lo cierto, es que los abandoné. No cabe la menor duda que estoy fuera de este mundo
pero deambulando con mi cuerpo inerte en contra de mi voluntad. No soy yo, pero
ante todos ustedes sigo siendo yo. Es mi cuerpo el que no puede valerse por sí mismo y aunque mi
esqueleto sin alma, sigue dando problemas, ¡convénzanse de una vez por todas y
por favor entiendan que estoy muerto!, esto no es vida. No entiendo nada de lo
que hablan, no los escucho, no puedo alimentarme, no puedo asearme y sobre todo
no puedo abrazarlos. No puedo decirles cuánto los amé y cuánto deseo despedirme
sin más deshonra. A veces tengo unos segundos de conciencia, menos mal que son
solo segundos porque si mi lucidez fuera más larga querría sin pensarlo dos
veces, dispararme en la cabeza. Si tuviera conciencia prolongada podría pararme
quizá de esta silla de ruedas, aquí en este rincón en el que estoy metido, y
buscar a un amigo, un médico una enfermera para pedirle que se apiade de este
pobre cuerpo miserable y le permita descansar para siempre. ¿Que no están de acuerdo con mi eutanasia?
¿Que no puede ser posible porque no firme con anterioridad mi testamento Vital? ¿Que no debo aplicarme el suicidio
asistido? ¿Qué no tengo derecho a un homicidio por piedad? ¡Por favor!,
mírenme, obsérvenme bien, y juzguen por ustedes mismos: ¿Tengo que seguir
arrastrándome por este mundo? ¿Debo andar empapado de orines, a veces sucio y
esperar horas hasta que la enfermera me mude? ¿Debo seguir mirando hacia el
infinito sin ver nada? ¿Tengo que continuar respirando porque “estoy vivo”?
¿Tengo que seguir existiendo sin sentir, sin ver, sin reír, sin poder disfrutar
del sol y el agua?, ¿eso es vida? ¿En verdad creen que estoy vivo? No soy yo y
quiero irme de una vez, por favor ayúdenme a morir con la poca dignidad que me
queda.
Tomado del libro sobre
Eutanasia
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