TANAINA

miércoles, 14 de agosto de 2013

Plegaria de un ser querido con Alzheimer

  Hace ya casi tres años que me alejé de mi familia, me aparté de los seres que más amé en la vida. Sucedió poco a poco sin que nos diéramos cuenta y lo único cierto es que simplemente ya no estoy, los abandoné. Mi cuerpo inerte a merced de extraños es lo único que queda de lo que fui.  No cabe la menor duda que esto no es vida, me hallo humillado en un cuerpo que no puede valerse por si mismo. No quiero existir, no es mi voluntad. No soy yo, es mi cuerpo rígido, convertido en un esqueleto sin alma, causando problemas y angustia a mis hijos y mis nietos. ¡Por favor entiendan que estoy muerto!, esto no es vida. No comprendo nada de lo que hablan, no los escucho, no puedo alimentarme, no puedo asearme y sobre todo no puedo abrazarlos. Ya estuvo bien, son noventa y cinco años. ¡95!, en los que a veces me parece que tengo unos segundos de conciencia. ¡Menos mal! que son solo segundos, porque si mi lucidez fuera más larga, querría sin pensarlo dos veces, dispararme en la cabeza. Ojala en esos segundos de conciencia, pudieran creer en mi mirada y entender cuánto los amé y cuánto deseé despedirme sin deshonra. Si tuviera conciencia prolongada podría pararme quizá de esta silla de ruedas, desde el rincón en el que estoy metido, y buscar a un amigo, un médico, una enfermera para pedirle que se apiade de mi miserable cuerpo y le permita descansar para siempre.  ¿Que no están de acuerdo con mi forma de descansar? ¿Que esto es eutanasia? ¿Que no puede ser posible porque no firmé con anterioridad mi testamento Vital? ¿Que no debo decidir y optar por un descanso asistido? ¿Qué esto sería un suicidio? ¿Que nadie puede socorrerme? ¿Es que no lo merezco y no tengo derecho a una siesta eterna y piadosa?¿Que es propiciar mi muerte? ¿Quién puede llegar a creer que estoy vivo? ¡Por favor!, mírenme, obsérvenme bien, y juzguen por ustedes mismos: ¿Tengo que seguir arrastrándome por este mundo? ¿Debo andar empapado de orines, a veces cagado y apestando, esperando varias horas hasta que la ayudante o practicante de turno en este “centro de cuidado para enfermos”, me limpie con la asquerosa esponja amarilla, mojada de agua hedionda que me deja impregnado de olor a caño? No todos los días me riegan agua limpia, no me duchan, mis huesos son pesados y por la suciedad me han salido escaras, peladuras dolorosas que no me lastiman porque por fortuna ya no siento nada. ¿Que gracias a Dios no estoy en la calle? ¿Dios? Esto no tiene nada que ver con Dios, solo tiene que ver con mi realidad. Me deterioro día a día y nadie, ni ese Dios puede impedirlo. La herida del pie sigue creciendo, ¿llegará el momento en que me corten el pie? O quizá, ¿me corten los pies?  ¿Debo seguir mirando hacia el infinito sin ver nada? ¿Esperando qué o a quien? ¿Tengo que continuar humillándome? ¿Por qué?... ¡Ah, es que estoy con vida y deben respetarla! ¡“Estoy vivo” y “alimentándome”!. Lo hago, cuando alguien me acerca un poco de gelatina, jugos o dieta blanda porque el guargüero ya no quiere recibir ni agua, demuestro que tengo esperanza de vida, porque  sigo recibiendo alimento.  ¿Tengo que seguir existiendo así? ¡Sin sentir, sin ver, sin reír!, ¿sin poder disfrutar del sol o la lluvia?, ¿eso es vida? ¿Eso es vida?¿Verdaderamente tienen que respetar mi derecho a ésta vida miserable? ¿En verdad creen que deben respetar esta dignidad de vida  indigna que no merezco? ¡No soy yo y quiero irme de una vez. ¡Por favor ayúdenme a morir con la poca dignidad que me queda!                                                                                                             María Soledad Rico Sanin                                                   

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