Tener
mente abierta es saber reflexionar y poner a tu disposición una de las mayores virtudes
que posees: la adaptabilidad de tu espacio mental. Equivocarse es aprender y si te equivocas es porque tienes la suerte de atesorar experiencia para
irte acostumbrando a errar menos. No siempre tienes la razón, no seas terco y
date la oportunidad de crecer y cambiar interiormente. Con mente abierta puedes
explorar caminos que hasta ahora creías insondables. Hay que arriesgarse
a sabiendas que no puedes permanecer en una caja blindada evitando sufrir o perdiendo
amistades imponiendo tus opiniones o haciendo lo que los demás te dicen para
evitar quedarte solo. No tengas miedo de
ser tu mismo y vivir de acuerdo a tus valores. Una regla efectiva es dejar que
las personas muestren lo que son. Cuando conozcas a alguien colócale una alfombra
imaginaria para que camine frente a ti. ¡Obsérvala, despojado de prejuicios y
de temores! Conviene que exhiba el interior de su alma, permítele mostrar sus
intenciones y sobre todo dale la oportunidad de comunicarse contigo a través de
sus actos. No creas en palabras, no le des tanta importancia al bla, bla, bla; valen
hechos no palabras. Si logras abrir tu
mente y percibir tu realidad de manera cierta, comenzaras a disciplinarte e implementar
un método para pensar y ordenar tus ideas. Lo que piensas es lo que vas a hacer
después y lo que hagas es la riqueza o pobreza espiritual que irás recolectando
en el trayecto de tu vida. La carga será pesada o liviana, depende de ti y de
cómo has ido construyendo tu carácter mientras labras el camino, nada menos que
el camino de tu vida. Con una mente dispuesta podrás sin dificultad,
reflexionar convenientemente para tu beneficio.
En otras palabras aprenderás a hilar el cerebro con la lengua a través
de la interpretación lógica y la serenidad. El método del paso a paso puede
darte muy buenos resultados. Comienza por dar un vistazo con claridad y abre tu
mente a las circunstancias que te rodean o los sucesos que te afectan.
Investiga
y mira a todos los frentes sin temor. No te llenes de prisa por hacer las cosas
porque los demás están observándote y debes mostrar resultados. Vive tu vida y
no la de los demás. Si se te antoja y puedes hacerlo has un cambio que te de
tranquilidad espiritual. No corras,
recuerda que la vida no es una competición de velocidad sino una carrera de
resistencia. La vida feliz, resulta ser
un trayecto que debemos recorrer con calma y con la mente dispuesta para llegar
al final entusiasmado y fortalecido.
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